Todavía está grabada en nuestra memoria la imagen de la ciudad de Hermosillo, que nos ha hospedado para celebrar los 20 años de presencia josefina en México.
Resuenan todavía las voces, los cantos, las danzas de los niños sonrientes del centro educativo San Leonardo Murialdo, que ha llegado a ser su segunda casa, donde encuentran una respuesta a las necesidades cotidianas.
Hemos participado a las emociones y a la conmoción de tantas personas, josefinos y laicos, voluntarios o no, que han hecho posible la gratuidad de un servicio ofrecido generosamente a los más necesitados y a sus familias.
Veinte años de historia en Hermosillo han sido no solamente un fragmento de historia josefina construida en tierras mexicanas, sino también encrucijada de encuentros, de relaciones, de contactos que han llevado el carisma murialdino a radicarse en el corazón de la gente, en las expectativas de los niños y de los jóvenes.
En este escenario de cuentos, de recuerdos, de sugestiones, hemos hecho nacer y hemos profundizado una reflexión común sobre los servicios educativo-pastorales con los niños pobres en México. Una reflexión que inmediatamente se ha enriquecido no sólo con la historia del pasado sino de historia actual, con el testimonio de quien en primera persona se ha involucrado en la aventura de servir a los “más pobres y abandonados”.
Nos hemos encontrado los representantes de todas las realidades educativas de acogida y hemos compartido en profundidad para analizar y recoger las lineas de futuro sobre las que tenemos que canalizar nuestras energías.
Tres lecturas han iluminado los aspectos que acompañan el camino de la experiencia de acogida y de servicio a los últimos en el momento actual:
a- una lectura carismática a la luz de la pedagogía del amor,
b- una lectura de fidelidad a las orientaciones de la congregación, a la luz del documento de Londrina, Brasil;
c- una lectura territorial, enfocada a conocer siempre más las expectativas y los recursos de Hermosillo.
El compartir se ha hecho menos celebrativo y más reflexivo en el “Forum de la acogida de la Familia de san Leonardo Murialdo” en México, que el 13 de febrero ha visto la participación de los representantes de Ceptra de México San Jorge, de CELM de las Hnas Murialdinas en México, D.F., del apoyo escolar de Aguascalientes y naturalmente del CESLM di Hermosillo, quienes, junto al p. José Rainone, superior provincial UM, y al p. Celmo Lazzari, vicario general y visitador de las comunidades de la VP UM, han intentado ir más allá de la fiesta para trazar las líneas de acción para estimular el crecimiento de iniciativas en favor de los niños y jóvenes en riesgo en México.
El P. Celmo Lazzari, poniéndose en una perspectiva más alta con respecto a las realidades locales y, por lo tanto, en un horizonte más amplio, ha destacado la originalidad con que han nacido las diferentes respuestas de servicio a los últimos, especialmente niños, más pobres y en riesgo. Éstas constituyen la expresión de una solidaridad ampliada que involucra no solamente voluntarios y educadores generosos en el trabajo, sino también la participación de la misma ciudadanía, que, en forma privada o pública, es estimulada a apoyar y sostener las familias más necesitadas.
En segundo lugar, estas iniciativas que tienen sus raíces en el carisma apostólico murialdino, se identifican como respuestas a una formación integral de las necesidades del niño pobre. Centros diurnos, centros abiertos, apoyo escolar, centros juveniles… siempre comienzan como respuesta a las exigencias más sencillas y elementales. Se empieza ofreciendo un desayuno, luego pasamos a un apoyo escolar, siguen las actividades deportivas y artísticas y al final se llega a una formación profesional y artesanal para insertarse en la sociedad. Los muchachos son numerosos: esto es signo de una necesidad real y difundida. Es la globalidad de las intervenciones que da la razón de una fuerte atención a la persona y el niño se encuentra al centro de las varias intervenciones educativas.
Una tercera consideración abre a los caminos que tenemos que emprender y en los cuales tenemos que crecer. Lo que parece que hay que consolidar en las actividades educativas de México es la atención a los adolescentes. La fragilidad o inconsistencia de las respuestas de los adolescentes es una característica de muchas realidades josefinas del mundo. El diagnóstico de las dificultades pasa a través de la falta de continuidad, la búsqueda de respuestas más fascinantes y atrayentes a medida de los intereses de los adolescentes, la inquietud e independencia de la misma edad, la poca preparación de educadores adecuadamente competentes, el ofrecimiento de propuestas menos rígidas y “fuera de los esquemas”, la interferencia de problemas como la drogadicción y la delincuencia, el necesario involucramiento de las familias de pertenencia... Aún reconociendo las dificultades, no hay que cerrarse en la desconfianza, sino producir un esfuerzo de creatividad que permita inventar nuevas respuestas adecuadas a los destinatarios.
Y, por último, el gran recurso de las realidades de acogida en México está en la sinergia del trabajo entre religiosos y laicos. El carisma murialdino ha desarrollado profundas raíces, pero los josefinos sin los laicos no habrían podido hacer mucho. Los veinte años de presencia en Hermosillo son un signo histórico y tangible de como el carisma fascina e involucra muchas personas en gastarse generosamente y gratuitamente. El servicio voluntario en el centro educativo de Hermosillo es una característica que hay que motivar y sostener, no obstante las dificultades que siempre estarán presentes en el caminar.
B - Los principales desafíos y dificultades que se encuentran
Hemos descubierto y compartido algunas áreas en las que la acogida y el servicio a los últimos en México deberán recoger los desafíos ciertamente no sencillos, ni inmediatamente superables:
a- La constatación de una cultura en la que crecen nuestros muchachos, más pobres y abandonados, caracterizada por la ausencia de valores y empapada de “materialismo”. Todo lo que los muchachos parecen recibir es polarizado en cosas que se poseen y se manipulan a su propio gusto. Se percibe siempre más la dificultad de encontrar a los muchachos en el mundo de los valores, de las cosas bellas y útiles para crecer, en el diálogo paciente para llegar a las grandes metas de la vida.
b- El descubrimiento de las familias y de los papás en especial siempre más desinteresados y demotivados en cuanto al hacerse cargo de la responsabilidad educativa de los hijos. No solo es una débil pertenencia, por lo que la calle llega a ser la fácil alternativa para estos muchachos. Preocupa la disgregación de la familia que ya no aparece como lugar confiable para una primera y elemental educación. Delante de estas situaciones muy problemáticas y disfuncionales, es necesario encontrar respuestas e iniciativas idóneas para la formación de los adultos.
c- Nuestras respuestas todavía no han ofrecido plena continuidad en el acompañamiento educativo en cada fase de crecimiento de los niños. En especial se constata la ausencia de propuestas a nivel de adolescentes. Las respuestas que provienen de la pastoral juvenil, en particular de los grupos parroquiales, no pueden considerarse suficientes para encontrar a los adolescentes que egresan de nuestras realidades de acogida. Hay que enfrentar el esfuerzo de conocer a fondo las expectativas y las necesidades de nuestros adolescentes “en riesgo” para intentar especificamente respuestas adecuadas.
También en la comparación diversificada de las diferentes realidades, hemos tomado conciencia de que algunos aspectos positivos son puntos de fuerza para crecer juntos y tener la garantía de caminar hacia el futuro.
No se trata sólo de mantener vivos los contactos con las demás instituciones y realidades educativas. La promoción de los recursos del niño y de su familia en situación de necesidad no puede solo ser responsabilidad de pocos, sino involucra también a los servicios sociales y a las instituciones territoriales. Sólo con un real y concreto trabajo de sinergia es posible conducir a los sujetos en dificultad en su camino de crecimiento.
Los proyectos educativos y pastorales
Todas las realidades de acogida en México actualmente están dotadas y apoyadas por un específico proyecto educativo:
Aguascalientes: PROYECTO: Centro Social Reffo y Apoyo Escolar
Hermosillo: PROYECTO: Patronato Centro San Leonardo Murialdo
México, DF: Hermanas Murialdinas: Proyecto Centro Educativo L. Murialdo
México San JORGE: PROYECTO Leonardo Murialdo IAP: Educación complementaria, para niños y adolescentes en riesgo de calle.
Todos los proyectos han sido presentados y publicados en el folleto “Al servicio de los últimos. La Familia de San Leonardo Murialdo” – México 2009.
La esperanza compartida es que después de haber hecho el esfuerzo de definir en un proyecto los objetivos, las estrategias y las metodologías de cada realidad local, se haga el esfuerzo de actuar y de moverse juntos como equipo educativo que siempre más se reconoce como el lugar donde el grupo de educadores proyecta, comparte y actúa dentro de la realidad.
Las metodologías más implementadas
Los centros socioeducativos murialdinos acompañan a los muchachos y jóvenes en el crecimiento y en la maduración integral, a través de unas actitudes:
Las palabras “solidaridad”, “compartir”, “del lado de los pobres”, también en nuestro contexto mexicano, corren el riesgo de desgastarse y demostrar un estancamiento, se no se encarnan en modalidades que respondan a las profundas necesidades de la persona que acoge. Nos parece, pues, fundamental recuperar en la decisión de servicio la dimensión “vocacional” más que la “ocupacional”. Se habla de vocación allà donde existe una tensión interior a la búsqueda del bien del otro, donde el otro no es sólo la persona, sino la comunidad, el territorio. Se habla de vocación donde hay una atención y una libertad de pensamiento que ayuda a leer las reales necesidades, que empuja a ser anticipadores de ideas, de servicios, de intervenciones; donde se encuentran personas que no tienen miedo de cambiar y poner en juego la propia vida y el propio bienestar para reproducir continuamente la idea de “don”, elemento constitutivo del compartir.