13.- La renovación conciliar
El Concilio Vaticano II (1962-65) ha traído una gran renovación a la Iglesia y a la vida de las congregaciones religiosas. Como las otras, también la familia josefina ha sido invitada a reformular los principios sobre que se fundamentaron su espiritualidad y su acción pastoral. Esto ocurrió en un Capítulo General especial (el XIV desde los principios de la congregación) celebrado en Roma del 30 de marzo al 8 de agosto de 1969. De él emanaron los Decretos capitulares que reemplazaron, ad experimentum, toda la legislación anterior (Constituciones, Directorio, Orden general de los estudios).
Fue un "salto de calidad respecto a las anteriores Constituciones, en particular desde el punto de vista doctrinal y carismático. Sobre todo la riqueza de la tradición ha hallado en los Decretos capitulares un sitio de honor y el código fundamental de vida de la congregación ha recobrado el sabor y el auténtico espíritu de los orígenes. Se tiene verdaderamente un texto "josefino" que presenta la fisonomía propia de la congregación", Giuseppe Fossati, Una historia para la vida..., I, p. 86). Este texto, con las modificaciones aportadas por el Capítulo General XV de 1970, ha sido publicado en el 1971 con el título de Documentos capitulares. El capítulo sobre el «apostolado josefino en sus diferentes formas y ambientes" conjuga muy bien riqueza carismática y la actualización pastoral y educativa.
Los Documentos capitulares de 1969 se apoyaron en la exhortación que el concilio les dirigió a los religiosos, invitándolos a volver a las fuentes, es decir a su espíritu primitivo, y al mismo tiempo a investigar las modalidades de una eficaz adaptación a las cambiantes condiciones de los tiempos (n. 784).
Ellos afirmaban: "nuestra congregación quiso calificarse, desde sus principios, por una particular sensibilidad a las exigencias morales y sociales de la juventud pobre y a necesitada. El apostolado educativo a favor de esta juventud, nuestro fin específico, debe por tanto todavía hoy considerarse, de derecho y de hecho, como prioritario" (n. 785).
Los Documentos recordaban luego la apertura de obras orientadas a los jóvenes de la clase acomodada, a los que siempre se deseó "que estuvieran unidas, posiblemente, a actividades en favor de los pobres" (n. 786).
Se reafirmó además un concepto ya presente en el Reglamento de 1873: aunque la juventud fue el objetivo primario de las obras josefinas, "no era ajeno al espíritu de la congregación el venir en ayuda de los adultos miembros a la clase obrera, con la instrucción y la predicación" (n. 787). También las parroquias debían "tener una impostación pastoral peculiarmente josefina a favor de la juventud y de las clases más necesitadas" (n. 788).
"El objetivo y el empeño apostólico, que caracterizaron esencialmente la congregación, adquieren hoy una validez todavía más grande, ya que sea el problema de la juventud, sobre todo de aquella menos ayudada social y moralmente, cuánto el problema de la promoción de la clase trabajadora, están entre las signos más significativos de nuestro tiempo y son objeto de una atención particular por parte de la Iglesia" (n. 790).
Delineando, en fin, la figura del josefino educador, los Documentos capitulares afirman que él “se dedica con predilección a aquellos a quienes les faltan bienes y afecto [y] a los que son menos ricos en dotes naturales" (n. 858). Muchos números están consagrados a la presencia pastoral en el mundo del trabajo (nn. 953-966) y a la tentativa de entrever nuevas perspectivas de empeño apostólico: la sensibilización de las clases sociales elevadas hacia aquellas menos favorecidas por la suerte, la formación cristiana de la juventud obrera y rural, el contacto con los "lejanos", la colaboración con los laicos... (nn. 1025-1035).
14.- Los años Setenta
En el 1970 fue celebrado en Roma el XV Capítulo General. Allí se dio un gran espacio el examen de los documentos del Capítulo especial, llegados a ser, como se ha visto, la nueva legislación de la congregación, aunque ad experimentum. Este Capítulo dedicó gran atención al problema de las vocaciones, puesto que la crisis empezó a hacerse sentir. Les se encomendó a los promovedores vocacionales de presentar la especificidad del sacerdocio josefino, que no es sólo un sacerdocio ministerial, sino también carismático, puesto que asume "los carismas evangélicos de la vida comunitaria, de la castidad, pobreza y obediencia y de la caridad apostólica hacia los pobres en la categoría de los jóvenes" (Recomendación n. 1).
Se confirmó el empeño misionero en el vicariato del Napo, pero se consideró deseable algún otro apostolado misionero, también en territorios no confiados a la congregación (n. 3): fueron los primeros pasos hacia las futuras aperturas en África, nuevo campo de trabajo entre los pobres.
El problema del apostolado entre los pobres, y de una vida efectivamente pobre, aparecerá más claramente en el XVI Capítulo General tenido en Roma en 1976, el que animó a continuar en el esfuerzo ya en acto por un mayor conocimiento del carisma del Murialdo (Recomendación n. 1), llamó la atención sobre el problema de la relación entre carisma de la congregación y carismas personales, en relación en busca de calles apostólicas nuevas (n. 2) invitó a los hermanos "a solidarizar, mediante el testimonio de su vida, con los más pobres y los más necesitados" y, todavía antes de tratar el tema del apostolado entre los jóvenes pobres, pedía "una vuelta atrevida a la pobreza evangélicamente vivida, con la elección de un estilo de vida personal y comunitario que se conforme con lo esencial" (n. 4).
Reafirmaba luego "la finalidad específica de nuestra congregación para los jóvenes pobres, abandonados y para el mundo del trabajo", pidiendo "una permanente revisión de nuestras obras para que respondan a las expectativas del entorno y a las nuevas formas que asume hoy la pobreza de los jóvenes"; además se sugería que cada comunidad tuviera, entre otras, algunas actividades significativas a favor de los jóvenes pobres (n. 7).
Por la primera vez un Capítulo General subrayaba que los colaboradores laicos están "con nosotros (...) miembros activos de apostolado" y les pedía tener un "conocimiento adecuado de las líneas que identifican la educación josefina (carisma)" (n. 8).
Al interior de las "Líneas de programación", y precisamente en el párrafo dedicado al apostolado josefino, se reafirmaba "en las opciones concretas el fin primario de nuestra congregación: dedicarse a los jóvenes pobres y abandonados y al mundo del trabajo" y se corroboraba la solicitud de que en cada obra hubieran algunas actividades significativas que respondieran "a las nuevas formas de pobreza que rodean a los jóvenes de hoy (abandonados, drogadictos, huérfanos, hijos de padres en dificultad...)". Volvía nuevamente el pedido de "calificar espiritual y apostólicamente a nuestros colaboradores laicos."
15.- De los internados a las casas familia
Entre las actividades que el Capítulo de 1976 había considerado "significativas", estaban emergiendo en aquellos años las casas familia. Su prehistoria tiene las raíces en la segunda posguerra, caracterizada, en Italia, por grandes necesidades sociales. El conflicto dejó muchos huérfanos y la sucesiva emigración disgregó o al menos había desarraigado de su entorno a muchas familias. Millares de chicos solos o con problemas familiares encontraron acogida en los orfanatos y en los colegios de los religiosos y las religiosas. A partir de los años Cincuenta empezaron a brotar algunas respuestas alternativas a los institutos: comunidades de tipo familiar para 12-15 menores, que fueron difundiéndose en los años Sesenta y Setenta, volviéndose con el tiempo más pequeñas y más a medida de familia. Algunos fueron de matriz laica, otras de inspiración cristiana. Al sitio de los internados estaban naciendo las casas familia.
En el segundo grupo, aquel de inspiración cristiana, se colocaba también la Asociación Murialdo de Padua. Era una asociación de voluntariado, constituida por religiosos josefinos y de laicos los que se empeñaron en acoger chicos y jóvenes en estado de abandono y faltos de lazos familiares estables: los chicos llegaban y eran acogidos por las mismas familias, en sus casas, o en las de religiosos, cerca o de algún modo dentro de sus comunidades, o en casas tomaban en alquiler. Esta forma de acogida de tipo familiar surgió en el 1972, gracias a la colaboración entre la administración provincial de Padua y un ente privado social, en este caso los Josefinos de Murialdo.
Poco a poco los institutos asistenciales iban siendo puestos en tela de juicio, en el intento de promover otras formas de intervención. Surgieron pues varias pequeñas comunidades de acogida, administradas directamente por religiosos, con la colaboración de operadores y voluntarios. A veces, los mismos religiosos compartieron y comparten la vida con pequeños grupos de chicos y adolescentes. En otros casos, se formaron comunidades profesionales, en pisos con 4-6 menores y con operarios presentes a turno, según los horarios de trabajo.
Este camino ha interesado a varias congregaciones religiosas y naturalmente también a la de los Josefinos, la que se demostró atenta y propositiva desde el principio de este movimiento, gracias a algunos hermanos y a los laicos que trabajaron con ellos. La asociación Murialdo de Padua dio vida a muchos núcleos, desplazados en varios pisos. En Trento nació la Comunidad Murialdo (1979) con muchas "filiaciones" de casas familia y de centros diurnos. Otras casas familia nacieron sucesivamente: en 1980 en Acquedolci; en 1984 en Foggia, Laives, Milán, Santa Marinella y Viterbo; en 1985 en Mendoza (Argentina) y Roma; en 1986 en Venecia; en 1987 en Vicenza; en 1991 en Getafe (España), Rosario del Frontera (Argentina) y Lucera; en 1992 en Bogotá. En el curso de los años Noventa surgieron otras en Buenos Aires, Treviso, Brasilia,… En 1998 se constituyó oficialmente el CNAM, Coordinación Nacional Acogida Murialdo (Italia), con el objetivo de "federar" las comunidades, las asociaciones, las organizaciones de voluntariado y las cooperativas que obran en este campo.
Mientras tanto el viento estaba cambiando y creció la conciencia de deber buscar formas de asistencia diferenciadas con respecto de aquellas residenciales: se ha puesto nuevamente la atención en la familia de origen para evitar el desarraigo del menor, se ha experimentado las familiar cuidadoras, han crecido las convenciones del ente público con las asociaciones y las cooperativas. El empeño directo de los Josefinos, pero también de otros religiosos, ha ido disminuyendo porque se intenta ahora privilegiar la inserción en familias "verdaderas", adoptivas o cuidadoras, pero compuestas de un "verdadero papá" y de una "verdadera mamá", y también de hermanos y hermanas. Alguna casa familia ha sido cerrada y hoy la tarea de los religiosos, más que acoger y acompañar directamente a los menores en dificultad, parece ser el de ayudar al crecimiento de una generación nueva de familias, capaces de abrirse a compartir la vida y a la solidaridad.
16.- Nunca tanta atención a los pobres (1982)
El progresivo redescubrimiento del carisma del fundador hizo crecer en congregación la sensibilidad hacia el apostolado en favor de los jóvenes pobres, tema que en el Capítulo XVII (Viterbo, 1982) asumió un relieve antes nunca conocido. En el proceso de preparación del acontecimiento, el superior general, p. Girolamo Zanconato, escribió una carta circular a los hermanos elegidos al Capítulo, el 10 de enero de 1982, en el que subrayó, además, la necesidad de la "recualificación" de las obras josefinas, para que fueran realmente para los jóvenes pobres.
A pesar de la contracción numérica, en 1979 la congregación, gracias a la Provincia véneta, abrió en Lunsar, Sierra Leona, una presencia pastoral y educativa en el corazón de uno de los países más pobres de África.
El Capítulo invitaba a las comunidades a estar atentas "a las necesidades siempre nuevas y a los signos de los tiempos", poniendo en guardia a los hermanos del peligro de una vida burguesa, lejana de la precariedad que caracterizaba muchas formas de pobreza (Líneas de programación, 1.2). Un entero y largo párrafo fue dedicado al apostolado entre los jóvenes pobres.
El Capítulo retomaba el espíritu y también los términos del carisma originario y recordaba la misión específica de la congregación, aquella de la educación de los jóvenes pobres, abandonados y principalmente necesitados de ayuda y de cristiana educación. Trazaba luego un verdadero y concreto programa de "reconversión" a los jóvenes pobres.
"Cada provincia, a través de adecuadas intervenciones del capítulo provincial, del consejo y de las comunidades, gradualmente se empeñe a hacer de modo que en el arco de tres años y sobre todo al final del sexenio se pueda reconocer mucho más que hoy que la congregación es fiel a esta misión específica, con una nítida línea apostólica y con una evidente prioridad de empeño en esta opción.
[...] Para ayudar la realización de tal proyecto, el capítulo:
a) pide que cada obra nuestra sienta el deber de buscar espacios de servicio para nuestros jóvenes pobres (casas familia, en departamentos o en el instituto, cuidado o apoyo de jóvenes a familias, comedores, acogida en casos de emergencia y otras formas de presencia abiertas al territorio, también con la aportación de colaboradores);
b) invita a sensibilizar los jóvenes de todas nuestras obras y actividades al servicio de sus coetáneos más humildes y necesitados y a cumplir análoga obra hacia los colaboradores laicos, los voluntarios, los ex alumnos, los adultos de todas nuestras obras y parroquias.
Afirma que nuestra congregación no se dirige específicamente a las fajas de marginación calificada (drogadictos, minusválidos, encarcelados...) sino más bien a la marginación de masas (periferias, arrabales populares, asistencias a menores)" (Líneas de programación, 2.1).
La opción de la implicación de los jóvenes, de los colaboradores, de los laicos, de los voluntarios en el campo del trabajo entre los pobres ya había sido reafirmada a propósito de las iniciativas misioneras en acto o en vías de proyectación (2.2).
17.- La Regla de 1984
Comprende las Constituciones y el Directorio y es el punto de llegada del largo camino post-conciliar, iniciado, por los Josefinos, con el Capítulo especial de 1969. Con razón el superior general p. Paolo Mietto en la carta de promulgación escribió que se trató de una "vuelta" a las fuentes, es decir al Evangelio y al carisma del fundador, como incluso de una "adaptación a las cambiantes condiciones de los tiempos” (La Regla. Constituciones-directorio, Roma 1984, p. VIII). Tal Regla tiene un valor del todo particular en cuanto presenta el específico proyecto de vida del josefino enriquecido por la nueva savia carismática que ahora subía más copiosa desde las raíces del viejo árbol. Es, por tanto, de notable interés releer los pasos que tratan del apostolado en favor de los jóvenes pobres.
La Regla del 1984 contiene un texto que hace como de premisa: se titula Origen y carisma de la congregación. No hace parte de las Constituciones, pero encierra una bonita síntesis histórico-carismática de la tradición "josefina" y constituye por tanto un "punto de referencia para toda la legislación de la congregación", Giuseppe Fossati, Una historia para la vida... I, p. 98).
En la Regla por tanto, el capítulo dedicado a la vida apostólica iniciaba afirmando que "desde los orígenes, la Congregación de San José tuvo en la Iglesia la misión específica de dedicarse a los jóvenes pobres, abandonados y principalmente necesitados de ayuda y de cristiana educación" (art. 45).
Definidos los destinatarios, se precisaban los ámbitos: "Siempre manteniendo la prioridad de empeño para los jóvenes, objetivo específico de la congregación, ella también puede desarrollar su apostolado entre los obreros, los adultos de clase social popular y los pueblos todavía no evangelizados, siguiendo las indicaciones de la Providencia. La congregación promueve la elevación de la clase social obrera sobre todo formando a los jóvenes que se introducen en el mundo del trabajo" (art. 46).
"Atenta a los signos de los tiempos y adecuándose a las mudables exigencias de las personas y los lugares, la congregación ofrece en sus instituciones y con sus actividades a una casa y una familia a los jóvenes que están privados de ello, una posibilidad de estudio y de formación al trabajo, un ambiente educativo, un centro de evangelización y vida cristiana" (art. 47).
El texto continuaba tocando los temas de la formación integral, humana y cristiana, del estilo comunitario en el apostolado, del contacto directo con los jóvenes, entre los que el josefino está como "amigo, hermano y padre", de la catequesis, de la colaboración con los laicos.
Poco tiempo después, justamente los laicos, para hacer sólo un ejemplo, fueron llamados a compartir el carisma apostólico a servicio de los chicos pobres y solos por P. Paolo Mietto, superior general, en su carta circular del comprometido título En la parroquia josefina ningún chico sin familia. Padre Mietto deseó que surgiera en las parroquias josefinas "un pequeño grupo de laicos, mejor si de familias, con el objetivo de representar un punto de referencia sea para las familias en dificultad con los hijos, sea para las familias disponibles a ayudar niños y jóvenes en dificultad.
[...] La comunidad parroquial (...) puede y tiene que hacerse cargo de la situación de marginación de los chicos y los jóvenes del territorio, desarrollando una mentalidad de compartir para vivir en una síntesis vital la escucha de la Palabra, la celebración de la eucaristía y el testimonio de la caridad.
[...] ¿Es quizás un sueño demasiado lindo pensar en la parroquia josefina como en un territorio privilegiado adonde las familias vienen recíprocamente encuentro para ayudar a los chicos en dificultad?" (Paolo Mietto, En la parroquia josefina ningún chico sin familia, en "Lettere Giuseppine" [1984], n. 5, pp. 136-137).
La carta nació en el contexto de un camino ya emprendido desde hacía tiempo (aquel de la asistencia a los chicos en dificultad dentro de estructuras familiares) y ella contribuyó a un significativo desarrollo de la acogida a través de las casas-familia.
18.- Una constante del Novecientos: las parroquias
La aceptación de una parroquia, la primera por parte de la congregación, les fue presentada a los Josefinos por el superior general, P. Julio Costantino, en su carta circular del 10 de febrero de 1909. Él escribió: "Vosotros ya sabéis, queridos hermanos, que la benevolencia del San Padre [Pío X] ha querido confiarnos en Roma la nueva parroquia de la Inmaculada en la zona de S. Lorenzo y con ella las Escuelas Pontificias de aquel barrio y el oratorio o Patronato para aquellos pobres jovencitos. Cada uno de estas obras sería ciertamente suficiente para agotar nuestras fuerzas; ¿que será el tenerles que cumplir todas a una vez?" P. Costantino continuaba subrayando que no fue la congregación la que la pidió, sino el Papa a ofrecer el nuevo campo de trabajo, en una obra "relevante", "la más grande que nunca haya emprendido nuestra pequeña Sociedad" (Julio Costantino, Cartas circulares..., pp. 105-106).
Efectivamente las primeras reglas de la congregación no indicaban las parroquias entre los ámbitos apostólicos en los que se ejercitaba la acción de los Josefinos; sobre este punto callaron los textos de 1873, de 1875 y de 1904. Pero, como ya se sabe, la vida vivida precede al derecho y por tanto las parroquias entraron primero en la vida de la congregación (1909) y luego en sus estatutos: en efecto en las Constituciones del 1923 se lee que la congregación ejercía su acción en los colegios, en las escuelas, en los orfanatos, en los oratorios (…) "y a veces también en las parroquias, a las que debe agregarse una obra para la educación de la juventud" (art. 3). Es la línea, no sólo práctica, sino también teórica, que siempre se ha intentado seguir en lo sucesivo: las parroquias de los Josefinos tienen que estar caracterizadas por una viva y en lo posible eficaz atención a los jóvenes.
La segunda parroquia josefina fue aquella de Montecompatri, tenida del 1912 al 1922. Siguieron otras en Brasil en 1915(Jaguarão y Bastidor), en Ecuador en 1922 (Tena) y poco a poco en otras localidades. Quizás sea bueno recordar algunos de ellas, sin querer hacer una lista completa por motivos de brevedad: Conegliano (1924); Nápoles y Turín (1927), Ana Rech (Brasil) 1928, Foggia y Venecia (1931), Lucera (1932), Buenos Aires (1936), Viterbo (S. María delle Farine, 1936), Quito (Ecuador, 1937), Mendoza (Argentina, 1940), Milán (1940), Fazenda Sousa (Brasil, 1947), La Reina (Chile, 1948), Requínoa (Chile, 1949), Valparaíso (Chile, 1951), Rossano Calabro (1953), Padua (1954), Porto Alegre (Brasil, 1954), Guayaquil (Ecuador, 1956), y así… hasta Brasilia (1968), Viterbo (S. L. Murialdo, 1972), Taranto (1979), Bogotá (1983), Rio de Janeiro (1983), Madrid (1987), Londrina (Brasil, 1989). En los años Noventa se han abierto todavía tres parroquias en México, tres en Brasil, una en Ecuador y una en Argentina. Se han aprobado también una parroquia en Módena (2001), una en Medellín (Colombia, 2002) y una en España en el 2007. Muchas parroquias se encuentran en la misión josefina del Napo (Ecuador), dos en Guinea Bissau y dos en Estados Unidos de América.
Como se ve, la aceptación de las parroquias es una constante del Novecientos y parece también mantenerse en este inicio del siglo XXI: a veces para venir encuentro de las solicitudes de los obispos, otras veces para tener un campo de apostolado en alguna región o nación, otras veces todavía para seguir el "genio" pastoral de los hermanos. No es siempre fácil, en una parroquia, mantener la atención privilegiada hacia los jóvenes, especialmente pobres y abandonados, hacia las clases sociales populares y el mundo del trabajo. A veces los superiores han encaminado estimulantes reflexiones en tal sentido. Lo ha hecho, por ejemplo, p. Paolo Mietto en 1984, con el ya citada carta a los hermanos dedicados a las parroquias (En la parroquia josefina ningún chico sin familia). Por otra parte, para delinear las prioridades de la pastoral parroquial josefina queda como punto de referencia el hecho que las parroquias de la congregación, dentro de lo posible, "tienen que estar situadas en zonas populares que ofrezcan un adecuado campo de servicio a la juventud más necesitada" (Origen y carisma, n. XX).
19.- Centros diurnos y centros abiertos
En la actividad educativa de los Josefinos y de los laicos que comparten su apostolado, los años Ochenta del Novecientos han sido caracterizados por el surgir de bastantes casas familia. El fenómeno se ha ido adaptando y reorganizando en los años Noventa que han visto la difusión de nuevas modalidades de intervención: los centros diurnos y los centros abiertos.
A decir verdad, iniciativas del género también habían surgido antes, si bien con nombres diferentes, las que hundían sus raíces en los viejos apoyos escolares que acompañaban los chicos en la actividad de "hacer las tareas" del día a contra-turno de la escuela. Por ejemplo pienso en Caxias do Sul, en Brasil, dónde una obra clasificable bajo el título actual de centro diurno surgió a finales de los años Setenta. Todavía hoy este centro, como varios otros en Brasil, acoge los chicos de la mañana a la tarde, ofreciéndoles apoyo escolar, actividades formativas y recreativas, almuerzo, servicios médicos y psicológicos ("Lettere Giuseppine", [1997], n. 1, p. 23).
Una actividad de este tipo se calificaría, en Italia, con el nombre de centro diurno, mientras el centro abierto reviste modalidad de mayor flexibilidad, en cuánto viene al encuentro de chicos que, incluso necesitados de acompañamiento en ciertas horas del día, tienen sin embargo también otros puntos de referencia más o menos estables y eficaces como la escuela y la familia.
No sólo en Brasil, sino en tantas otras naciones, los Josefinos se han hecho promotores de parecidas iniciativas en el curso de los últimos años: 1987 (Madrid); 1988 (Araranguà, Brasil); 1991 (Viterbo); 1993 (San Giuseppe Vesuviano); 1994 (Azuqueca de Henares, España); 1995 (Rosario de la Frontera, Argentina); 1996 (Ana Rech, Brasil; Quito, Ecuador); 1997 (Sigüenza, España; Turín Artigianelli; Milán); 1998 (Aguascalientes, México; Nápoles; Turín, parroquia de la Salud); 1999 (Belém y Porto Alegre en Brasil; Foggia; Getafe, en España; Vicenza); 2000 (Cefalù, Padua, Requínoa y Valparaíso en Chile); 2003 (Ciudad de México); 2004 (Hermosillo, en México; Rossano Calabro); 2005 (Ibotirama, en Brasil; Buenos Aires); 2007 (Roman, en Rumania).
En Sudamérica bastantes de estos centros también se preocupan la formación al trabajo. Interesante es la experiencia denominada "Su cambio por el cambio", en Quito, capital del Ecuador. El nombre indica una iniciativa muy popular: se invita la gente a dar el "resto", cambio, del gasto para ayudar a "cambiar" la sociedad afrontando y más bien previniendo el problema de los chicos de calle. Los fondos recogidos sirven para financiar iniciativas deportivas, educativas, de recuperación escolar y de formación al trabajo.
En Italia los centros diurnos acompañan a los chicos enviados por el servicio social que supervisa y financia el proyecto, mientras que en los centros abiertos los servicios sociales no están presentes con actividades personalizadas, si bien, en ciertos casos, subvencionan el conjunto de las actividades. Se parte generalmente del apoyo escolar, lo más individualizado posible, un adulto cada dos o tres chicos, para llegar luego a hacerse cargo de los otros problemas que obstaculizan el normal crecimiento educativo de los menores. Además de la ayuda en las tareas y en las lecciones (con todo el corolario de diálogo con los docentes), se ofrecen momentos de animación, de juego, de talleres, de formación espiritual. Casi siempre los centros diurnos también proveen el almuerzo. A veces en cambio (si bien se trata de los casos más raros) los centros diurnos sólo tienen horario postmeridiano, sin embargo siempre se trabaja con chicos asignados por los servicios sociales. En el 2008 en Italia la congregación sustentó 12 centros diurnos que siguieron cerca de 230 menores y 8 centros abiertos que implicaron cerca de 320 chicos y chicas.
20.- Nuevo impulso misionero
Hasta los años Sesenta, la congregación había tocado el suelo de siete naciones, además de Italia. Las presencias al extranjero, no muy diversificadas, estaban caracterizadas por la tentativa de instalar varias comunidades en las naciones en que se trabajaba y estaban acompañadas al mismo tiempo por la conciencia de deber sustentar en forma principal la misión del Napo.
Se puede decir que desde fines de los años Setenta ha cambiado la estrategia de la congregación: se empezó a apuntar hacia una mayor diversificación de las presencias, para contestar al deseo de misionariedad expresado por muchos hermanos y por numerosos laicos que gravitaban alrededor de los Josefinos, y también para buscar nuevas "oportunidades" vocacionales en otras naciones. Las "aperturas" de los años Ochenta y Noventa son la señal de un nuevo dinamismo que no surgió solamente del gobierno central de la congregación, sino también y antes todavía de las realidades periféricas, es decir de las provincias.
He aquí entonces los Josefinos del Véneto partiendo hacia Sierra Leona (1979), como ya se ha dicho, y los de la provincia piamontesa hacia Guinea Bissau (1984). En el ínterin la provincia ecuatoriana buscó una propia expansión en Bogotá, Colombia (1983).
El XVIII Capítulo General (Viterbo) 1988, que se dedicó a tantos temas, registró y también sustentó este nuevo impulso misionero.
En aquel Capítulo emergió llamativamente el tema de la "comunión con los laicos, partícipes de la única misión". Fue un cambio de perspectiva: de colaboradores, los laicos pasaron a ser partícipes de la misión apostólica de los josefinos (Deliberaciones, 2).
Es claro que el concepto de "colaborador" todavía quedó, pero, bajo esta palabra se estaba abriendo paso la nueva visión. Se afirmaba que la vocación josefina, es decir el carisma, les ofrecía a los laicos "una tensión profética sea personal que comunitaria, hacia los tiempos últimos [y] un carisma espiritual y apostólico, [junto] a una tradición educativa consolidada" (2.2). La presencia de los laicos fue considerada un "elemento estimulante" para las comunidades y "constitutivo" para las obras (2.3), mientras que se pedía que se difundiera "el estilo de la participación en la elaboración, en la gestión, en la verificación de los proyectos apostólicos" (2.3).
El Capítulo se preocupó de asegurar a los laicos "itinerarios formativos alrededor de los temas del carisma josefino, de la espiritualidad de los laicos y de aquellos más típicamente laicales, como el empeño social y político, la vida familiar, el mundo del trabajo y la educación, etcétera". Se hablaba también de eventuales formas de consagración laical y asunción de responsabilidad "en la dirección de actividades, especialmente educativas y de asistencia", en el cuadro de una "nueva" y difusa vocacionalidad (2.4). La consecuencia fue la solicitud que también los hermanos se formaran a la relación y a la colaboración con los laicos (2.5).
Los josefinos, descritos como apóstoles entre los jóvenes especialmente "pobres" (3), fueron invitados, comunitariamente, "a entrar en los lugares de agregación juvenil, preocupándose siempre más de las realidades a riesgo" y a sensibilizar a los jóvenes "a formas de voluntariado, de cooperación, de servicio civil y de objeción de conciencia a las orientaciones anti-evangélicas de las leyes y la sociedad" (3.2.1).
El empeño, para el sexenio, fue renovar "la elección prioritaria de los jóvenes pobres y abandonados", con un acento nuevo, aquel de la interacción con las otras fuerzas pastorales, educativas y sociales operantes sobre el territorio, yendo más allá del puro asistencialismo y metiéndose "en escucha de las formas siempre nuevas de pobreza [...:] chicos de calle, de periferia, de arrabales populares, [...] o de fenómenos como la inmigración, la inadecuación de las estructuras escolares, la crisis de la familia, la cultura de la droga y las bandas juveniles, etcétera" (3.4).
Se reafirmaba, finalmente, la importancia de nuestra presencia "atenta, valiente y culturalmente profunda en el mundo del trabajo" (3.5) y se invitaba a una mayor sensibilidad respecto a los problemas del Tercer y Cuarto Mundo (3.7).
21.- Pobres material, social y moralmente
El redescubrimiento del carisma del Murialdo, iniciado a partir de los años sesenta y culminado con la proclamación de su santidad en 1970, además de la redacción de la Regla del 1984, originó cierto debate sobre las obras apostólicas tenidas por la congregación y sobre los criterios a seguir en el abrir otras nuevas. El tema también fue afrontado en varias reuniones del Centro Histórico Josefinos de Murialdo, que había sido constituido entre el 1982 y 1983. Surgió un documento titulado Carisma apostólico confiado a la Congregación que contribuyó a clarificar la cuestión y a orientar el camino a seguir.
"Aparece claramente desde los primeros documentos de la congregación (…) que nuestro campo de apostolado, en un primer momento exclusivo, luego principal o preferencial, es la educación de los jóvenes pobres, abandonados, o necesitados de enmienda.
También en los comentarios de Reffo y del mismo Murialdo, los referentes de nuestro apostolado son siempre principalmente:
- los jóvenes pobres y abandonados, es decir pobres materialmente y socialmente, o bien
- los jóvenes necesitados de ayuda y cristiana educación (para prevenir) o necesitados de enmienda (para recuperar); es decir, los jóvenes pobres moralmente: aquellos que, independientemente de la condición social o familiar, son, según la terminología del tiempo, o díscolos o en peligro de serlo" ([Centro Histórico Josefinos de Murialdo], Carisma apostólico confiado a la Congregación, en "Lettere Giuseppine" [1993], n. 7, p. 170).
Al centro en fin estaban los jóvenes, sobre todo si pobres y abandonados. Lo había reafirmado el XIX Capítulo General celebrado en Viterbo en el 1994. Las ideas portantes resultaron aquellas del "renacimiento", en una vida rica de trascendencia y sinceramente fraterna, la de la Familia de Murialdo y la del "joven al centro".
La congregación descubrió la belleza de compartir el carisma espiritual y apostólico "con otros hermanos y hermanas" (las Murialdinas, el Instituto Secular, los Laicos de Murialdo, los colaboradores, los jóvenes mismos...), es decir con aquel conjunto más vasto que el mismo Capítulo definió como "Familia de Murialdo" (3; 3.2; 3.3.3). Los laicos no eran solamente los "destinatarios de la nuestra pastoral" (3.1), sino que eran también ellos responsables de la custodia, de la transmisión y de la encarnación del carisma. La vocación cristiana se vive en modos diferentes, pero con un vínculo que "nos constituye en Familia de Murialdo" con todos los que han recibido, junto con nosotros, el don dado por Dios a nuestro fundador". Justamente por esto los capitulares afirmaban la conciencia de tener también mucho que recibir de los laicos (3.2 y 3.3.1).
Tomó pues inicio el discurso de "formación mutua de los laicos y los hermanos llamados a colaborar con ellos" (3.3.2).
Se sostenía también que "a través de los Laicos de Murialdo (…) el carisma del fundador puede reencontrar aspectos no adecuadamente desarrollados (presencia en lo social, en lo político, en los medios de comunicación, en la cooperación) y descubrir nuevos campos de presencia" (3.3.3).
La otra idea portante era aquella del "joven al centro". El Capítulo reconoció que la identidad josefina “se expresa necesariamente en la dimensión apostólica y, precisamente, en la dedicación a los jóvenes pobres, abandonados y principalmente necesitados de ayuda y de cristiana educación. Reafirmamos, por lo tanto, escribían los capitulares, la centralidad del joven, especialmente pobre, en nuestro empeño apostólico personal y comunitario" (4.2.1). Se reafirmó además que no se trataba solamente de un empeño de carácter socio-asistencial, sino de un apostolado en vista de la salvación de los jóvenes (ne perdantur). Seguía luego una larga lista de opciones y empeños, justamente para "recolocar a los jóvenes al centro de nuestra misión" (4.2.2 y 4.2.3).
El centralidad del joven también aparecerá entre las opciones metodológicas evidenciadas dos años después en el documento elaborado por el Grupo Central de Pastoral Josefina, titulado Líneas de pastoral josefina (1996).
22.- Apertura a nuevas naciones y participación del carisma
El XX Capítulo General (Turín, 2000) se celebró en el contexto del Jubileo de la Redención y en el centésimo aniversario de la muerte de San Leonardo Murialdo. En los años que lo precedieron, entre 1997 y 1999, las comunidades josefinas de Sierra Leona conocieron los horrores de la guerra, la destrucción de las obras y la peligrosa reclusión de varios hermanos, mientras también Guinea Bissau fue ensangrentada por violentos y prolongados choques entre rebeldes y tropas gubernativas. A pesar de estas pruebas, y a veces a causa de ellas, la congregación siguió abriéndose a otras naciones: México (1990), Albania (1994), India y Rumania (1998), Ghana (1999). El carisma de Murialdo alcanzó nuevos horizontes e interactuó con nuevas poblaciones y culturas. Al mismo tiempo se desarrolló el ENGIM-ONG para sustentar los proyectos de ayuda a los países en desarrollo, sobre todo aquellos en los que está presente la congregación.
El tema del XX Capítulo, En comunión con Cristo y con los hermanos por los caminos del Evangelio al encuentro de los jóvenes del mundo, sebasaba sobre la espiritualidad de la relación.
El Capítulo reconoció que en congregación estaba llegando a ser importante "el tema de la Familia de Murialdo como nueva realidad en que se dilata y se enriquece el carisma espiritual y apostólico del fundador" (48). Los josefinos pasaron "de la pretensión de ser los únicos depositarios del carisma a la convicción que su riqueza se expresa hoy cada vez más plenamente en la Familia de Murialdo" y "de un carisma entendido sólo dentro de la vida consagrada a la acogida de su expresión en situaciones de secularidad", con la disponibilidad a caminos de formación recíproca entre religiosos y laicos. De "ejecutores", los laicos se convirtieron en "compañeros de viaje plenamente responsables con nosotros de la misión" (52-55).
El Capítulo, incluso reconociendo que en algunas realidades de congregación todavía existía una escasa atención hacia los jóvenes pobres, constató que en la mayoría de los casos había madurado la sensibilidad y fue aumentado el empeño (63).
Acerca de los jóvenes, se reafirmaba la vocación a ser "educadores del corazón”, con actitudes de benevolencia y confianza (70), tratando de pasar de una relación centrada sobre el rol a un compartir la vida, en el estilo de compañía y cercanía humana y espiritual (72).
Se notaba, finalmente, el crecimiento en la sensibilidad misionera y se pedía a la congregación realizar intervenciones apostólicas "allá dónde viven los jóvenes pobres" (78; 83) y meterse en actitud de "escucha del grito de los pobres, de los marginados y de los excluidos" (88), encaminando "en favor de los últimos iniciativa-signo que tengan carácter ejemplar y sean fácilmente reproducibles" (95).
23.- Un sueño compartido
Los principales puntos de atención de los últimos Capítulos Generales (la espiritualidad, los jóvenes pobres, la vida fraterna, el compartir el carisma, la capacidad de establecer cálidas relaciones humanas, la apertura a los tiempos y al territorio) encontraban su síntesis en el "sueño" del XXI Capítulo General, aquél que se celebró en Fazenda Souza en el 2006, el primero que se ha realizado fuera de Italia: "Con la mirada vuelta a Jesús y a los jóvenes pobres, caminamos gozosamente como hermanos, en una comunión de vocaciones, rica de misericordia y de ternura, abierta proféticamente a los desafíos del contexto social y de las culturas".
El Capítulo, con frases místicamente inspiradas, afirmaba: "vivir la compasión de Dios para con el hombre quiere ser nuestra profecía en el mundo de hoy. [...] La mirada de Dios amor sobre nosotros, como fruto del encuentro íntimo con él, engendra la alegría de sentirnos amados siempre y en cada hecho. Una espiritualidad gozosa produce la capacidad de ver y valorizar lo bello en todo sitio y en cada persona, escuchando y llevando a Dios el grito del joven pobre" (1.1.1).
La espiritualidad, vivida como estilo evangélico de vida, se manifiesta también en relaciones fraternas y en la opción concreta por los jóvenes pobres, para que no se pierdan (ne perdantur) (1.2.2).
Se valorizó pues la línea de una espiritualidad que entra en la vida y en la acción apostólica: "nuestra espiritualidad nos llama a encarnar el hoy evangélico de Cristo en el tener fijos ojos y el corazón en los jóvenes pobres, solicitados a dar nuevas respuestas y apropiándonos nuevamente del desafío educativo con y para los jóvenes mismos" (1.2.4). Todo esto conjugado con una mayor y más visible pobreza, en un estilo de vida sobria y laboriosa (1.2.5).
De la espiritualidad a la vida y de la vida a la espiritualidad: somos llamados a escuchar con una siempre mayor atención las voces de los jóvenes más pobres, sabiendo que, poniéndonos a su servicio, podremos, juntos, descubrir el rostro de Dios" (2.1).
Con la mirada vuelta a toda la congregación en todas sus latitudes, los capitulares afirmaban: "con gozo constatamos que se están actuando experiencias muyo enriquecedoras, donde la misma comunidad/obra vive la acción pastoral con una disponibilidad a repensarse más allá de la obra, a poner en primero plano a los últimos, a trabajar en red y en relación con el territorio, a discernir las nuevas fronteras de la evangelización, a recoger los desafíos de las otras religiones, de la interculturalidad y de la globalización de las que provienen las instancias de renovación. Reconocemos la experiencia de muchos hermanos y laicos que se empeñan en individualizar, conocer y acoger a los jóvenes más pobres y necesitados de su territorio" (2.2.1).
Volvía, en el texto del Capítulo, una indicación ya expresada en tiempos del Murialdo: "Dónde, por muchos motivos [nuestras obras] no "sean habitadas" en predominio por los jóvenes más pobres, nos orientamos hacia la apertura de espacios, la maduración de caminos, de itinerarios y experiencias para un servicio solidario con los pobres. En este sentido también el fenómeno de los migrantes se revela como una fuerte posibilidad de servicio carismático que no debemos desatender" (2.2.3). Se estimulaba luego el empeño de hermanos y laicos en los territorios de misión, junto a la «apertura de nuevas frentes de evangelización y promoción humana en países pobres del mundo y en las periferias de los grandes centros urbanos" (2.2.4).
Naturalmente estas reflexiones estaban acompañadas por otras temáticas como aquellas de la formación continua, la comunión de vocaciones en la Familia de Murialdo, la apertura a los desafíos del contexto social y de la cultura...
El camino realizado, las sugerencias maduradas y las realidades que de aquí emanaron (como aquella de la Familia del Murialdo) confluyeron por fin en el nuevo texto de la Regla (2007), que en cuanto a la sustancia carismática retomaba aquella del 1984, pero que acogía también las modificaciones aportadas por los Capítulos Generales del 1994 y del 2000, junto a aquellas derivadas por la esmerada revisión que se realizó de ella, aprobada por el Capítulo del 2006.
24.- Las Murialdinas de San José
P. Luigi Casaril, fundador de la congregación de las Hermanas Murialdinas de San José, con ocasión de la aprobación pontificia (1973), escribe estas palabras que han quedado siempre, para todas las hermanas, como el ideal inspirador del apostolado: "Vuestra Congregación ha nacido entre los pobres y para los pobres, se ha desarrollado entre ellos y para ellos, por esto la Divina Providencia os ha bendecido, aprobado, alabado. Permaneced fieles a este espíritu en el que reside vuestra fuerza, vuestro orgullo, vuestro futuro. En el ejemplo de Murialdo, que vuestra gloria sea servir a los pobres."
En esta relación queremos hacer una panorámica de cómo la congregación se ha mantenido fiel a esta exhortación, por lo que daremos una visión de la realidad, a través del tiempo y en las naciones en las que estamos presentes.
1. Italia
La fundación ha sido precedida por cinco años de experimento (1948-1953) por lo que las primeras hermanas de vivían en la comunidad de Turín (Calle Villar, n. 16) acogiendo a cerca de 300 niñas y chicas pobres para el apoyo escolar y las actividades del oratorio y por las tardes a las jóvenes obreras que, en el tiempo libre del trabajo en la fábrica, querían aprender a coser, bordar, o bien entrenarse en la mecanografía.
En aquel entonces la juventud era muy numerosa y las primeras Murialdinas constituyeron la asociación del "Patrocinio de San José" con el objetivo de dar formación humana y cristiana a las jóvenes pobres y necesitadas.
En la primera edición de las Constituciones (año 1953) como también en la segunda edición (año 1964), en el capítulo I: "Naturaleza de la Congregación" se lee: "El objetivo especial de la congregación de las Hermanas Murialdinas de San José es la cristiana educación de las niñas y las jóvenes, especialmente si pobres y necesitadas de enmienda y la penetración en la familia para conservarla o reconducirla a la sumisión a Dios y a la Iglesia y la virtud cristiana en todas las manifestaciones sociales, morales, de piedad y de caridad" (art. 2).
Las Constituciones precisan las modalidades para conseguir este "objetivo especial" a través de: escuelas maternas y elementales, escuelas profesionales, colegios, orfanatos, reformatorios, oratorios, patronatos, parroquias y misiones.
Después de la fundación oficial ocurrida en Rivoli (Turín) el 22 de septiembre de 1953, las Murialdinas han seguido a ocupándose de la juventud pobre y de las familias a través de la escuela materna (Borgo Sabotino, Bronzola, Vattaro, Foggia), orfanatos (Octaviano, Montecchio Maggiore), pastoral parroquial (sobre todo catequesis y actividad de oratorio) con especial atención a la juventud y a las familias (Rivoli, Mirano, San Giuseppe Vesuviano, Vattaro, Octaviano, Montecchio Maggiore, Venecia, Foggia, Roma, Turín).
La Regla de Vida, renovada en consecuencia del Concilio Vaticano II (Capítulo General especial del 1969), ha sido aprobada definitivamente por la Santa Sede en 1982 y puesta al día en 2005 con los cambios aportados en los años por los diversos Capítulos Generales.
Reproducimos algunos artículos de la Regla de Vida actual:
"Fieles al carisma que el Dios ha donado a la congregación, nosotras Murialdinas testimoniamos ante los hombres la predilección de Cristo para los niños y los pobres y, haciendo nuestra la solicitud de la Iglesia, consagramos nuestro empeño pastoral y nuestro servicio a la juventud y a familias, especialmente más pobres."
"En nuestra misión de educadoras a favor de la infancia y la juventud, nosotras Murialdinas nos empeñamos a promover la formación intelectual, profesional, social y cristiana que lleva a la maduración de la personalidad para que los jóvenes puedan afrontar con responsabilidad su futuro."
En nuestra Regla de Vida, conforme al estilo del Murialdo, encontramos la elección preferencial para los pobres, lo que supone una actitud espiritual y evangélica de compartir y de acogida.
P. Luigi Casaril, en sus escritos, nos invita continuamente a estar "atentas a los signos de los tiempos" para expresar en el presente el carisma del Murialdo. Por esto "nuestra Congregación, en el testimonio de cada una de nosotras, quiere presentar cada día a Cristo que acoge y bendice a los niños, anuncia el reino a los pobres, hace bien a todos. [...] [Ella] dirige en particular su acción apostólica a la juventud y a las familias más necesitadas de ser amadas y evangelizadas".
La finalidad de la educación, en Murialdo, es la salvación (ne perdantur) porque el encuentro con Dios da sentido pleno a la vida del hombre. Toda su actividad está atravesada por la preocupación religiosa, pero al mismo tiempo, Murialdo se hizo cargo de toda la vida de los chicos (necesidad de pan, de recreación, de trabajo, de relaciones afectivas significativas, de instrucción). Él les habla a los chicos del amor de Dios y les hace hacer de ello la experiencia acogiéndolos y amándolos.
La insistencia del Murialdo por una bien unida familia noshace entender que la acción educativa es un hecho de comunidad, que el tipo de relación que se establece tiene gran importancia educativa y que es necesario estar con los niños, adolescentes y jóvenes, con amistad, cordialidad, dulzura como "amigas, hermanas y madres."
Estamos llamadas a establecer una relación de confianza y corresponsabilidad, creyendo en los niños, adolescentes y jóvenes a nosotros confiados, también en los más difíciles, sabiendo acoger el potencial positivo que está en cada uno, ya que son "sujetos" de educación y protagonistas del propio crecimiento.
Murialdo nos enseña a colaborar con los laicos y la Reglade Vida nosrecuerda que podemos desarrollar el apostolado "en obras propias o insertándonos en organismos ya existentes."
Como para Murialdo la experiencia del encuentro con Cristo ha orientado su vida hacia los jóvenes pobres dándole la capacidad de reconocerlo en el rostro de cada uno, así para nosotras el trabajo apostólico es gimnasio de santificación.
La unión inseparable entre fe y atención a las exigencias de la persona en el campo educativo y formativo se convierte en atención cariñosa hacia los niños, jóvenes y familias pobres y lleva a considerar siempre posible su crecimiento humano y cristiano, hacia una vida vivida en plenitud. Como Murialdinas, estamos llamadas además a tener una atención privilegiada hacia quien es más pobre, menos dotado, está en dificultad, para que pueda recorrer el camino que los lleva al encuentro con Cristo.
Papa Giovanni Paolo II, en la exhortación apostólica Vita consecrata , afirma que "las mujeres consagradas están llamadas de un modo todo especial a ser, por su dedicación vivida en plenitud y alegría, un signo de la ternura de Dios hacia el género humano y un testimonio particular en el misterio de la Iglesia que es virgen, novia y madre"; nos sentimos por tanto llamadas, consagradas y mandadas por Dios para una particular misión en la Iglesia.
Conscientes y agradecidas a Dios por este regalo, nosotras Murialdinas expresamos nuestra identidad en la dimensión apostólica, que se vuelve auténtico camino de santificación para nosotras, y, "fieles al carisma que Dios ha donado a la Congregación", dedicamos nuestra vida a la «educación y la salvación de la juventud, especialmente pobre y necesitada de ser amada y evangelizada, y al apostolado en las familias."
Reafirmamos por lo tanto nuestro empeño apostólico conscientes que estamos llamadas a profundizar la misión que nos ha sido confiada actuándola con alegría y a hacer opciones significativas, valientes y proféticas, en conformidad con el carisma.
2. Brasil
a) Fase inicial: de 1954 a finales de 1970
Un panorama general de la actuación apostólica de las Murialdinas en Brasil en sus inicios hace visible la opción preferencial por los pobres. Su inicio, en Fazenda Souza, zona rural del municipio de Caxias do Sul, es pautado por una pobreza de medios y recursos materiales. A pesar de tan parcos recursos se comienza desde luego un servicio de educación a través de la Escuela Santa Maria Goretti para hijos de agricultores igualmente pobres.
Luego algunas hermanas son designadas a colaborar en servicios de cocina, limpieza y ropería en el Abrigo de Menores de los Josefinos en el área urbana de Caxias do Sul. De ahí, en el vecino barrio Madureira, inician otra escuela ahora para hijos de la clase obrera, de muy escasos recursos.
El fenómeno urbano de “favelas” se acentúa más en la década de los años 70 y en Porto Alegre las hermanas asumen dos importantes obras de apoyo y promoción de niños y adolescentes en riesgo: el Centro de Promoción para niños y adolescentes, conjuntamente con obras de promoción humana y escuela profesional a los adultos en el barrio Cidade de Deus, de la Caritas Regional y el Centro Infanto Juvenil Monteiro Lobato para niñas pobres de Vila Restinga.
La necesidad hace las hermanas dar pasos más audaces, yendo más arriba, estableciéndose en Maringá al norte del estado de Paraná., con una obra de asistencia en Internado: el Lar Escola da Crianca de Maringá.
b) Fase actual: A partir de los años 80
Circunstancias varias fueron determinando la transferencia de la Escuela Santa Maria Goretti hacia la zona urbana de Caxias do Sul, en lo que es hoy próspero barrio Madureira. La escuela ya no se destina a la clase popular.
En lugar de la escuela San Juan Bosco - que fue cerrada por la transformación del barrio Madureira - se abrió un Centro Diurno para niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad personal y social en el vecino barrio 1 de Mayo con un programa de apoyo socio-educativo en medio abierto.
Ea año de 1978 señala el surgimiento de una obra intercongregacional idealizada por las Murialdinas: el Centro de Promocão do Menor Santa Fé, en una de las favelas más excluidas de la ciudad de Caxias do Sul, y que hasta hoy ofrece el servicio en régimen de apoyo socio educativo en medio abierto para más de 500 niños y niñas de muy escasos recursos.
En el área metropolitana de la capital, Porto Alegre, las hermanas ya no actúan en el Centro de Promoción de la Caritas Regional en Cidade de Deus. Recientemente abrieron un programa de bio-energética, en apoyo a la salud popular. Mientras que siguen con un expresivo trabajo social a través del Centro Diurno ahora destinado a niños, niñas y adolescentes de Restinga, con extensión de ese programa en Vila Bita, zona aún más marginada de la Grande Restinga.
En Paraná, ciudad de Londrina, junto a la obra social EPESMEL de los Josefinos las hermanas trabajaron en los últimos años apoyando en servicios de educación, en cocina y otros programas sociales. En Maringá la obra continúa con el reconocimiento local y nacional por la calidad de servicio prestados a más de 350 niños y adolescentes marginados de la región. No muy lejos de Maringá las hermanas aceptan la invitación del obispo de Maringá para una obra parroquial junto a la ciudad de ir a Presidente Castelo Branco, ciudad con características rurales cuya población se constituye básicamente de “bóias-frias”. Allí el programa de promoción social de destaque es la Pastoral da Crianca, tanto en la ciudad como en el medio rural.
El inicio del nuevo Milenio trae la novedad del traslado de las Murialdinas hacia el Xique-xique en el sertão de Bahia, región Nordeste para asumir la Pastoral del Menor a pedido del obispo de Barra. Allí ellas dirigen un Centro Diurnoparaevangelización y profesionalización acogiendo a más de 200 adolescentes y jóvenes de la ciudad que en su todo es muy pobre.
3. Ecuador:
Fase inicial en los años 60:
En fidelidad a los fines de la congregación de estar al servicio de los últimos, la Delegación de Ecuador se orienta en tres rieles, desde su inicio en a1960:
1 – E apoyo a la misión Josefina del Napo a través de la escuela destinada a la educación de niños y jóvenes indígenas del Oriente. Las hermanas asumen la dirección y el servicio médico del Hospital en Santa Clara.
2 – Se abren las escuelas populares en las áreas urbanas de San Rafael y en Guayaquil.
3- “Casa hogar Santa Marianita” con atención a niños abandonados de Ambato.
Fase actual a partir de los años 90:
La Delegación de Ecuador impulsa y califica la enseñanza en las tres escuelas consideradas populares por ser accesibles económicamente: en Santa Clara, región del Tena; en Guayaquil, colegio de enseñanza media superior para más de mil alumnos y en San Rafael, escuela de enseñanza media.
Mantiene hasta hoy el hospital de Santa Clara bajo la responsabilidad de la doctora Hna, Guillermina Gavilanes. Cerca de Santa Clara, en Arosemena Tola, las hermanas asumen el trabajo de pastoral parroquial y se distinguen por un proyecto a favor de la promoción de la mujer indígena.
En el 2000 la Delegación parte para una nueva misión en “ La Maná” diócesis de Cotopaxi, con servicios de evangelización junto a las comunidades del área urbana y del área rural , éstos en su mayoría empleados en los grandes platanales de la región.
Pero la novedad en la última década queda por cuenta de una iniciativa de vanguardia hacia los últimos: niños, adolescentes y jóvenes en las calles de la ciudad de Ambato. En 1997 las hermanas fundan y dirigen el Proyecto Don Bosco que en su primera fase consiste en abordaje de los niños y jóvenes en las calles. Hermanas y educadores tienen como ambiente apostólico las calles de la ciudad, las paradas de autobuses, la estación central… y cualquier ambiente frecuentado por los jóvenes marginados y en riesgo. En el 2002 se inicia la segunda fase con talleres y laboratorios profesionales, además del servicio “dormitorio transitorio”.
Ya en el umbral del nuevo milenio, las hermanas tienen otra iniciativa audaz para niños y niñas de las calles de San Rafael, Quito: El proyecto San Leonardo Murialdo para niños y niñas pobres, abandonados, huérfanos, chicos de la calle… Este proyecto contó con el apoyo del procurador de la Misión Josefina, el padre Giovanni Pegoraro.
4. Chile:
A partir de 1974:
La acción social de las hermanas Murialdinas en Chile se da, desde su inicio en 1974, en torno de escuelas populares. La primera se instala en la Reina, con el Colegio Murialdo para niños de la periferia de Santiago, y sobretodo de la población pobre en las faldas de la Cordillera de los Andes. La escuela mantiene también el servicio de comedor. En la década de los 80 se abre el internado para niñas y Centro de Atención diurna.
Sigue la Escuela parroquial “Sagrado Corazón de Jesús” en Quillota, V región, las hermanas administran la escuela parroquial para alumnos de escasos recursos.
Desde 2006 la escuela se transfiere para la ciudad de Calera, ahora de propiedad de las hermanas Murialdinas y sigue acogiendo a alumnos de escasos recursos.
A partir de 1986 las hermanas van a Valparaíso. Inicialmente coordinan el C.A.D. Juan Pablo II, centro de atención diurna para niños de la marginada población de Rodelillo. Con la reforma de las leyes de Menores la educación escolar pasa a ser de tiempo completo. Así el CAD se transforma en Escuela de tiempo completo para los mismos niños que frecuentaban el centro, abierta ahora para interesados manteniendo su finalidad: promover la vida y dignidad de los niños y adolescentes pobres del cerro de Rodelillo.
5. Argentina:
Es de fundación reciente (1996) y cuenta con tres proyectos sociales:
El Centro Educativo “San Leonardo Murialdo” y el Jardín Maternal “Emmanuel” que son dos instituciones ubicadas en el distrito de Villa Nueva, Guaymallén; y el Jardín Maternal “Angel Custodio” quese encuentra ubicado en Villa Marini, de Godoy Cruz, Mendoza.
Las tres Instituciones trabajan con población de muy escasos recursos, situados en barrios, villas y asentamientos aledaños. La matrícula está conformada, en su gran mayoría, por niños, niñas y adolescentes cuyos padres se encuentran desempleados o sub-empleados.
En particular, el Centro Educativo San Leonardo Murialdo acoge a 150 niños y adolescentes entre 5 y 20 años, con propuestas adecuadas a cada edad, siguiendo siempre las líneas de la educación integral y dando oportunidades de recreación, alimentación, juego, deporte, capacitación laboral, formación.
El jardín maternal Emanuel de Villa Nueva recibe niños y niñas de 2 a 4 años, con una matrícula total de 100 chicos. Allí son atendidos por docentes y auxiliares de sala, con una propuesta educativa basada en las etapas evolutivas de estos pequeños, y apoyados en lo referente a la nutrición, ya que reciben diariamente el desayuno y el almuerzo, como parte de la propuesta educativa institucional la cual apunta hacia una formación integral de los chicos.
Una tarea similar es realizada en el jardín Maternal Ángel Custodio de Godoy Cruz, atendiendo a 90 niños de entre 2 y 4 años.
Es necesario subrayar que se realiza un trabajo interdisciplinario con familias, de los mismos niños y adolescentes que concurren a nuestras obras. Son ayudadas especialmente las mamás que tienen mayores dificultades para llevar adelante su tarea contenedora y educativa.
6. México:
También de fundación reciente, (1978) en Ciudad de México, capital federal. Desde el inicio cuenta con un centro de atención diurna – el Centro Educativo Leonardo Murialdo que acoge diariamente a 200 niños y niñas de escasos recursos, al mismo tiempo en que realiza un trabajo de promoción de la mujer, madres de los niños, dadas las condiciones de abandono y exclusión en que se encuentran. Los servicios del Centro a los niños pasan por alimentación, educación artística, formación en valores humanos y cristianos, deporte, recreación, talleres…
Siempre en fidelidad al apelo hacia los últimos, en Chiapas, estado de población indígena, el apoyo prestado va en dos líneas: a) Evangelización en el periodo de Pascua ( Pascua juvenil e infantil) b) Vacaciones Infantiles y Juveniles llevados a cabo por las hermanas y jóvenes del Grupo Juventud Murialdina. En los dos últimos años se sumaron a esta tarea también los formandos Josefinos.
Pasados 10 años, se abre una segunda comunidad de las Murialdinas en Aguascalientes, con finalidad más que todo formativa. Las hermanas y formandas se dedican a actividades de apoyo escolar ( proyecto de los Josefinos de Murialdo) y apoyo en la pastoral social de la parroquia, además de tareas propias de evangelización.
25.- El camino de los laicos y del Instituto Secular "San Murialdo"
El recorrido histórico hasta aquí delineado, constituido de ideas y de realizaciones concretas, ha puesto muchas veces en evidencia la evolución hacia una mayor participación de los laicos al carisma vivido por los religiosos josefinos, más bien ha llevado a la conciencia de un carisma no sólo perteneciente a una congregación, sino a toda la Familia que se inspira en su fundador. Es por tanto oportuno, a este punto, una mirada de síntesis justamente sobre este punto, a partir de la temática específica del servicio a los jóvenes pobres.
El punto de llegada del camino está constituido, por ahora, de los artículos 40-43 del Directorio, que hace parte de la Regla del 2007.
He aquí el texto: "La riqueza del carisma del Murialdo se manifiesta en plenitud cuando se concreta en los diversos modos de vivir la vida cristiana y hace madurar una comunión de vocaciones. Los hermanos sienten un vínculo espiritual que los constituye en Familia del Murialdo con todos los que, incluso en estados de vida diversos, han recibido, junto con ellos, el don dado por Dios al Fundador (art. 40).
Los hermanos, considerándose los primeros depositarios de un carisma que es don del Espíritu a la Iglesia para la utilidad común, a la luz del eclesiología de comunión sienten reforzada su identidad dentro de la más vasta realidad espiritual denominada Familia del Murialdo en la que se dilata el carisma del Fundador (art. 41).
La congregación reconoce sobre todo en la congregación hermana de las Hermanas Murialdinas de San José, también ellas empeñadas en la misión apostólica confiada por San Leonardo a sus discípulos, un testimonio de su espíritu en la Iglesia. [...] Estén abiertos a la mutua colaboración en la pastoral juvenil-vocacional, en la formación y en las actividades de apostolado (art. 42).
En el ámbito de la Familia de Murialdo adquieren particular sentido las agregaciones de personas consagradas o las asociaciones de fieles laicos que se inspiran a San Leonardo. La congregación, consciente que cada cristiano es llamado a responder a la propia vocación bautismal en el servicio apostólico, reconoce particularmente aquellos laicos que, a través de un camino de formación y el empeño en una más estrecha pertenencia, llegan a participar por vocación y en su modo propio a la espiritualidad del Murialdo (art. 43)".
En estos artículos se indican directa o indirectamente aquellas realidades que hace unos años fueron definidas como Familia del Murialdo "en sentido estricto", o "por vocación": los Josefinos, las Murialdinas, el Instituto Secular San Leonardo Murialdo, los Laicos de Murialdo. Se trata de personas que no sólo comparten el apostolado murialdino, sino también la pertenencia espiritual, testimoniando el carisma de San Leonardo en su estado de vida, en la familia, en la profesión y nutriendo de este su espiritualidad.
Los art. 44-45 describen luego una pertenencia "en sentido amplio", o "por asociación", a la Familia del Murialdo, incluso sin usar estos términos: se trata de ex alumnos, colaboradores, amigos, bienhechores, mamás apostólicas... personas en fin que han frecuentado o que frecuentan las obras de la Familia del Murialdo y que allí están ligadas por simpatía, por sintonía espiritual, por iniciativas apostólicas.
Acerca de los Laicos de Murialdo tenemos que recordar que ellos, "cualquiera sea su estado de vida, desean compartir el carisma del Murialdo y participar en la misión de la Congregación de los Josefinos o las Murialdinas, especialmente para ventaja espiritual y material de los jóvenes más pobres y marginados" (Puntos de referencia acerca de la adhesión de los "Laicos" [colaboradores o no] a la Familia del Murialdo, n. 1, en "Lettere Giuseppine", [1990], n. 5, p. 160). En el mismo documento, al n. 8, se afirma que los Laicos de Murialdo están llamados por Dios a "integrar y a enriquecer espiritual y apostólicamente" las comunidades de los Josefinos y las Murialdinas.
Naturalmente, se lee en un texto del 1994, esto ocurre en el compartir "de una misma elección vocacional, aunque en roles diferentes y con una diversa especificidad", pero igualmente en la certeza de que todos están llamados "a seguir Cristo según el carisma de Murialdo, que como laicos se empeñan a vivir en la realidad cotidiana "con elecciones de vida que se inspiren en los consejos evangélicos", preferentemente "a favor de quien necesita, ante todos los menores", Carta de las Comunidades de Laicos del Murialdo a los hermanos consagrados en la Congregación de los Josefinos del Murialdo con ocasión de su XIX Capítulo General. A las hermanas consagradas en la Congregación de las Murialdinas de S. José (n. 2).
El camino de los laicos de la Familia de Murialdo ha encontrado en Italia una modalidad expresiva que ha sido denominada "Comunidades de Laicos de Murialdo": adhiriendo al carisma espiritual murialdino, ellos también comparten el apostólico, "que consiste en la atención a los últimos, en particular jóvenes, con quienes compartir la vida, en ámbitos y modalidades diferentes" (Comunidades Laicos de Murialdo. Elementos característicos, en "Vita Giuseppina" [1998], n. 8, p. 231).
En un contexto más amplio, las varias realidades laicales que "respiran" el carisma murialdino están convencidas que "releer "juntos" el carisma [entre religiosos y laicos], es decir al masculino, al femenino y según la modalidad laical, no sólo ayuda a entenderlo, a traducirlo, a transmitirlo y a quererlo más, sino también ayuda a localizar las potencialidades que el carisma es capaz de liberar en unos y en otros, ayuda a escuchar las esperanzas que el carisma suscita en la relación entre unos y otros y a tomar de ello conciencia", en el darse cuenta, además, "que el carisma del Fundador puede expandirse y resultar fecundo también más allá de las obras" (Carta de las Realidades Laicales a los Capitulares, con ocasión del Capítulo Provincial de las Provincias italianas, enero de 2006, en “Congregación de San José. Josefinos de Murialdo. Provincia italiana, Laicos y religiosos para caminar juntos, (Cuadernos de Formación permanente, n. 2, Roma 2008, p. 15 y p. 17).
Una forma especial de consagración murialdina es el Instituto Secular San Murialdo. Se trata de una realidad eclesial que tiene sus raíces en el carisma de San Leonardo Murialdo en su espíritu y en su estilo de vida. Fue aprobado canónicamente por el obispo de Caxias do Sul (Brasil) el 19 de marzo de 1996, pero ya había iniciado su camino seis años antes. Está compuesto por mujeres consagradas que se empeñan a vivir los consejos evangélicos dentro del mundo y a partir del mundo", cada uno en su profesión y en su trabajo, como es típico de los institutos seculares (Tullio Locatelli, Instituto Secular S. Murialdo, en "Vita Giuseppina", [1997], n. 1, p. 6).
El carisma apostólico del Murialdo allí está bien presente, junto a aquel espiritual: "Este grupo desea testimoniar en el mundo y con el mundo, el amor infinito, tierno, personal y misericordioso de Dios." Las adherentes (mujeres no casadas o viudas) "valorizan el don de la vida, dedicándose a los pequeños y a los jóvenes pobres, actuando en favor de los oprimidos" (ivi); cada una se mantiene con el ejercicio de su profesión, que ofrece también la posibilidad de desarrollar acciones de voluntariado y de ayuda al prójimo.
Giovenale Dotta