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Séptima línea de acción

  

Las estructuras de las obras estén al servicio de los últimos, llegando a ser dinámicas, ágiles, simples y flexibles; siendo vistas no como esenciales para las obras, sino funcionales al fin que se destinan: la promoción integral de niños/as, adolescentes y jóvenes pobres y abandonados/as. En el caso de obras no significativas al carisma, se tenga la valentía de cerrarlas.

 

Estructuras para el servicio

 

Sin duda que para poder dar un servicio, sea del tipo que fuere, es necesario montar, preparar una organización, una estructura con la cual poder realmente servir, aunque el Señor Jesús nos da ejemplo de lo contrario, para servir, muchas veces solo es necesario quitarse el manto, colocarse la toalla en la cintura y lavar (servir) los pies a sus amigos.

Ya desde San Leonardo Murialdo se ha buscado de construir o implementar estructuras para el servicio de los niños/as, adolescentes y jóvenes pobres y abandonados/as y más necesitados, buscando que estas estructuras, más allá de que sean grandes construcciones, sean lugares acogedores, como una cancha, un patio, el lugar donde están los chicos, esas son ya lugares, estructuras útiles para el servicio de los más necesitados, de los nuestros.

Desde luego que las estructuras son necesarias, pero al mismo tiempo tienen que ser abiertas, dinámicas, cambiantes, atentas. Es la estructura la que necesita cambiar, adecuarse a las necesidades de los niños/as, adolescentes y jóvenes pobres y abandonados/as, de la sociedad, y no al contrario. El/la niño/a, el/la joven, el/la adolescente debe encontrar una estructura en la cual quiera estar, a la cual quiera ir, en donde encuentre el ambiente apto para el, en el cual se mueva tranquilo, en libertad.

San Leonardo Murialdo mismo, fue quien abrió y organizó diferentes obras para sus muchachos, de igual manera, el mismo, luego de analizar que dichas obras no eran más una respuesta concreta y actual a los problemas de sus chicos, con valentía, las cerró o las reestructuro, sin sentimentalismos de lo tradicional o de lo arquitectónico, y menos aun de lo económico. También deberíamos traer a la mente la creación de grandes e importantes estructuras pensadas para ser seminarios o colegios, y que luego se ha quedado vacías, porque no se han sabido leer correctamente los signos de los tiempos. Lo mismo ha de pasar hoy en la congregación, en la FdM, que luego de un atento examen, venerando y afirmando la memoria de tantos josefinos y colaboradores que han aportado con su vida a la formación de estructuras de servicio, de obras carismáticas, constatar la continuidad, la utilidad y la coherencia de las estructuras existentes con respecto al carisma (servicio) y a sus destinatarios.

La estructura es un medio, ha sido creada para algo más, no es un fin, el objetivo de nuestra fundación un 19 de marzo de 1873 no ha sido construir casas, edificios, grandes o pequeños. La estructura es funcional, en función de algo, en nuestro caso del servicio, y no de cualquier servicio, sino el de la promoción integral de niños/as, adolescentes y jóvenes pobres y abandonados/as a través de la presencia, de la educación en la relación, para estas cosas, nos son necesarios los edificios, pero si las personas que con sus actitudes se muestres cercanos y presentes.

La providencia que es más sabia que nosotros, más generosa, nos ha donado muchas estructuras, grandes estructuras, para el servicio de los últimos, de los pobres, ahora bien, debemos preguntarnos ¿en qué hemos convertido estos dones de la providencia, estos espacios de acción pastoral, estas obras? ¿Son lugares a donde van los niños/as, adolescentes y jóvenes pobres y abandonados/as, donde ellos se sienten en un lugar familiar, donde son acogidos?

 

Estructuras dinámicas, ágiles, simples y flexibles.

 

La estructura puesta al servicio de los más necesitados, de los últimos, debe mostrarse acogedora con respecto a ellos, dándoles la posibilidad de que se identifiquen con las paredes, con el lugar, con el estilo que está normado por la humildad y la caridad, que destila de los muros el amor misericordioso de Dios, que presenta en cada ángulo un aspecto de la educación del corazón.

La séptima línea de acción nos pide que la estructura sea dinámica, o sea, que tenga dynamis, que tenga la fuerza que anima, la fuerza del espíritu, donde se respira un aire nuevo, limpio, purificador, fresco. No se trata de hacerlas nuevas o grandiosas, súper estructuradas o modernas, muchas veces este tipo de edificaciones intimida a los muchachos, a los muchachos pobres. La estructura josefina puesta al servicio de los más necesitados será dinámica cuando en ella todos los miembros de la FdM encuentren su espacio vital, cuando la obra produzca en quienes asisten a ella ese ánimo por el cual uno se entrega a los demás, entrega que se consolida en el compartir, en la presencia en medio de los niños y niñas, en el contacto por medio del cual nos transmitimos por osmosis la fuerza para cambiar el desorden establecido de injusticia, violencia y pobreza.

La séptima línea de acción nos pide que la estructura sea ágil, dispuesta al servicio inmediato, dispuesta a acoger rápidamente a quien necesita, preparada, atenta a las necesidades de los que se acercan. Muchos jóvenes no entran o asisten a nuestras obras, porque no han encontrado a nadie dispuesto para recibirlos, nadie que los esperaba. La estructura debe tener siempre, por decirlo de algún modo, las puertas abiertas, abiertas las estructuras, abiertos los corazones, abiertos los ánimos. La estructura josefina puesta al servicio de los más necesitados será ágil cuando en ella todos los miembros de la FdM estén atentos a dar respuestas estructurales a las necesidades siempre nuevas, siempre cambiantes de la juventud, de la niñez, cuando podamos dar pasos rápidos hacia quien nos necesita, cuando en nuestras obras, los chicos no vengan impedidos de participar debido a una burocracia administrativa que desespera al amor.

La séptima línea de acción nos pide que la estructura sea simple, sea sencilla, libre de todo retoque que haga pesado el ambiente. Una obra que en la sencillez, en la simpleza de su estructura demuestre la belleza de las cosas, la bella del mundo creado por Dios. La simplicidad también nos invita a no tener prejuicios con respecto a las personas que llegan a nuestra casa, a crear espacios en los cuales podamos disfrutar de la libertad ante las cosas. La casa de un pobre es simple porque no está saturada, llena de cosas, de cosas muchas veces inservibles. La estructura josefina puesta al servicio de los más necesitados será simple cuando teniendo lo indispensable, como en una casa de pobre, en la cual muchas veces falta hasta lo necesario, sepa ponerse en acción sin tantas complicaciones.

La séptima línea de acción nos pide que la estructura sea flexible, una obra que pueda alargarse para que entren más, una obra que solo conozca los límites impuestos por el amor y el servicio. Una obra que sabe acoplarse, modificarse con facilidad a lo que los chicos necesitan, una obra que sabe educar en el espacio extenso y en el estrecho, una obra que aspira con pulmones abiertos el aire de los nuevos tiempos. Una estructura que incluso puede perdonar y asimilar las faltas que puedan cometer nuestros muchachos, los más revoltosos, los que quieren llamar nuestra atención hacia ellos, porque quieren que los miremos detenidamente, porque quieren algo más de nosotros, porque quieren que nos abramos hacia ellos, que los entendamos. La estructura josefina puesta al servicio de los más necesitados será flexible cuando ampliando y reduciendo espacios puedan todos estar a gusto dentro de ellas, estar a sus anchas en el sentido de favorecer cada uno los momentos educativos.

Lo esencial en la obra, es su funcionalidad, el objetivo de la estructura es servir para algo más grande, es ser una herramienta para el servicio. Cada casa, cada espacio, cada parroquia, oratorio, patronato, centro social, escuela y colegio debe ser puesta en cuestión, preguntándose si tienen estas características, si son realmente funcionales a los fines que el carisma de San Leonardo Murialdo se ha planteado, y continua planteándonos a nosotros, FdM del siglo XXI. ¿En nuestras casas los jóvenes, aprenden, juegan, rezan? ¿Encuentran el espacio y la motivación para ser buenos cristianos y honestos ciudadanos? ¿Encuentran las puertas abiertas los más tímidos, los temerosos, los más necesitados, los más revoltosos?

 

Obras no significativas

 

La séptima línea de acción habla de obra significativa, obras, casas, estructuras que sean un signo vivo de lo que nosotros hacemos, de nuestro carisma, de nuestro modo de hacer y de pensar. Obras que tengan un significado según el pensamiento del fundador, que tengan un sentido, y este sentido, este significado no puede ser otro que: la promoción integral de niños/as, adolescentes y jóvenes pobres y abandonados/as.

Para terminar, como una esperanza, como una invitación a la conversión (cambio de camino) se nos viene dicho que si las obras no tienen o han perdido su significación, su sentido, debemos tener la valentía de cerrarlas, superando el dolor que la costumbre puede producir, sabiendo desarraigarnos de los espacios, de la tierra para abrir caminos nuevos que respondan al carisma, a nuestra vocación. Si los pobres poco a poco son movidos siempre más hacia las periferias de las sociedades, de las ciudades, tienes una vida de nómadas, siempre en movimiento, siempre buscando su espacio vital, nosotros no podemos permanecer estáticos o anclados en los mismos lugares, mentales, socio-económicos o geográficos, es preciso cambiar, moverse, es preciso actuar con valentía, caminar junto a los pobres, hombro a hombro, para no defraudar a nuestro carisma, para dar constantes respuestas, constante testimonio del amor de Dios, que es dinámico, siempre nuevo, siempre atento.

En el caso de que algunas obras conserven su validez, su significación este un tanto camuflada, hay que tener la valentía de modificar profundamente las estructuras, no tanto físicas como mentales para ponerlas al servicio de los últimos, rejuvenecerlas a la luz del carisma, optimizando de mejor manera los espacios, los servicios que  podríamos dar, abriendo los horarios, trabajando según las necesidades de los muchachos. Dando la posibilidad de que todas las obras sean significativas, que todas las obras vivan intensamente el carisma, sin olvidarlo, sin matizarlo, siendo sinceros con la vocación a la que hemos sido llamados, siendo responsables con la misión que se nos ha sido confiada por en la iglesia.

Las estructuras pueden incluso caerse, deteriorarse, pasar de modo y ya no dar testimonio y ser significativas; pero no importa, porque lo que no es perecedero es el carisma encarnado, el carisma activo, el sueño del fundador que se traspasa de generación en generación.

 

P. Oscar Galeas

 
 

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