LA REALIDAD DE LA MUJER LATINOAMERICANA MARGINADA EN UNA PERSPECTIVA DE GÉNERO
Cecilia Dall´Alba – religiosa murialdina – Ciudad de México
El presente trabajo pretende aportar una reflexión sobre la realidad de la mujer pobre y marginada, valiéndonos de algunos datos del último Informe del Banco Mundial para América Latina y Caribe cuya autoría se debe a María Elena Ruiz.
El segundo bloque de este texto ilustrará esa realidad con aportaciones de quien vive en la piel la experiencia de ser madre soltera, o madre sola por abandono, por viudez en su realidad de pobreza y marginación.
El tercer paso mostrará iniciativas posibles y necesarias para reverter ese cuadro concluyendo con lo que es permanentemente novedad: la siempre actual actitud liberadora y salvadora de Jesús frente a la mujer discriminada por los mismos sistemas de sus comunidades o por el conjunto de la sociedad en general.
Por último, haremos el intento de buscar salidas que pasan por pequeños gestos, por pequeñas o grandes iniciativas que puedan ser luz y esperanza para las mujeres marginadas de nuestro entorno. Nuestras obras sociales deben ser espacios que ofrezcan liberación y salvación.
Panorama de la Mujer pobre y marginada de América Latina
¿Quienes son los pobres del campo y de las ciudades? Algunos países los identificarán primeramente como los descendientes de esclavos de raza negra que al ser liberados de la condición de esclavitud no se les dio ni tierra, ni casa, ni medios de producción y supervivencia… lo que desencadenó el inicio de poblaciones indigentes en las calles. Otros apuntarán para los pueblos indígenas sean los que permanecen en el campo, sean los que migran a las ciudades.
Pero de entre los más pobres de los pobres, entre los más marginados de los marginados, está la mujer negra y la mujer indígena y con ellas sus hijos e hijas sobretodo si son madres solteras o madres abandonadas por su hombre (sea él esposo, o compañero, o amigo).
La mujer indígena es quien acumula más aspectos de marginación y segregación. Los rasgos que la marginan son el analfabetismo, la dificultad de expresarse (sin el beneficio de una segunda lengua, ella no sólo queda al margen de mejores oportunidades de empleo, sino que se encuentra en franca desventaja frente a otras mujeres que tienen acceso a la educación y sobretodo frente al hombre).
- la carencia de atención a su salud,
- la necesidad de estar ligada a una pareja para ser aceptada por sus iguales o probar capacidad de procreadora para reafirmar su condición de mujer,
- el poco acceso en la toma de decisiones en la familia y en la comunidad. (De hecho nuestro contacto con las comunidades indígenas de los altos de Chiapas, estado al sur de México, nos hizo ver que en las comunidades aisladas en las montañas la mujer jamás se sienta en la mesa con los principalesElla queda en la “cocina” preparando café, frijoles, tortillas, chiles y es quien sirve a los hombres que son los que sientan en la mesa o hacen las juntas para tomar decisiones comunitarias.).
Se reconoce que la mujer latinoamericana en general haya logrado grandes avances en materia de equidad de género, pero todavía falta mucho camino a que lleguen a las comunidades indígenas donde se palpa el machismo a toda prueba.
El estudio del Banco Mundial advierte que hay mucho por hacer en materia de superación de pobreza y exclusión social, salud reproductiva y violencia doméstica. También señala que aunque la participación de la mujer en la economía formal ha aumentado de manera continua, todavía hay obstáculos que afectan sobretodo las áreas rurales y las mujeres indígenas.
“Aunque la mujer latinoamericana ha alcanzado prácticamente el mismo nivel de educación que el hombre –e incluso lo ha superado en algunos países – sigue participando menos en el mercado laboral y ganando menos que el hombre”, dijo la autora del informe del Banco Mundial.
Esta situación es más aguda para la mujer rural ya que enfrenta altos índices de fertilidad, alto número de dependientes y falta de acceso a la tierra. México es el país de Latinoamérica con la mayor brecha de género en esta materia. Solo 21 por ciento de las mujeres rurales tienen título de propiedad de tierras.
El informe también revela que las mujeres, sobre todo las ancianas y las jefas de hogar (viudas, madres solteras, madres abandonadas) son más vulnerables a la pobreza.
Las marcas en el corazón, en la mente, en la vida
El cuadro de familias de los niños, adolescentes y jóvenes de nuestras obras sociales seguramente es conformado por un elevado número de madres solteras, madres solas, madres viudas. Podríamos teorizar mucho sobre lo que siente y lo que se pasa en la mente y corazón de una mujer que tiene que cargar sola con la responsabilidad de ser padre-madre en la familia. Lo más apropiado ahora es darle la palabra para que nos describan como se sienten y lo que experimentan al verse solas y abandonadas a la propia suerte sobretodo delante de un embarazo, o cuando el marido se va y las deja abandonadas con el agravante de la situación de pobreza o miseria absoluta en que se encuentran.
Esas mujeres son mexicanas - no las identificaremos aquí - también porque podrían muy bien ser guatemaltecas, hondureñas, colombianas, brasileñas… Y porque sus testimonios van más allá de las palabras, intencionalmente transcribimos varios para que nos inquieten y cuestionen:
La desgracia empieza en su misma familia
“Yo era adolescente de 14 años; mi padrastro me violó y ahí empezó la desgracia de mi vida. Ya no quise vivir con mi mamá que prefirió tomar partido de su hombre y no creyó en mí. No aguanté e vine a México con un pariente. Por suerte no quedé embarazada y aquí empecé a trabajar como doméstica. Luego a los 16 años me junté con el que fue mi marido. A los ya tuve mi hija que ahora ya es adolescente. Todo fue muy difícil porque cuando la niña era pequeña el papá nos abandonó y quedamos en la calle porque yo no tenía nada”.
Lo típico: el hombre se lava las manos
“Al saber que estaba embarazada, mi pareja me abandonó. Al inicio me desesperé y sentí una angustia muy grande por medir el peso de la responsabilidad de tener un hijo, yo que no tenía nada: ni trabajo, ni profesión, ni casa, nada de nada. Además mi familia me echó en la cara que yo fui “muy poco mujer” por ser “incapaz” de detener el hombre junto a mí. Y por no tener donde ir, volví con mi familia hasta que nació mi hijo y después vine a la ciudad buscar trabajo de limpiezas en las casas y sacar adelante a mi hijo. Me junté con otro e me fue peor. Siempre creemos que intentamos una nueva relación nos va ir mejor. Y no es así, al menos conmigo no fue así. Quedé sola con otros dos hijos más.
Sentimiento de culpa:
“A mi me pesó una sensación de culpa terrible, más que todo porque sentí que le había fallado a mi familia. Yo era la más grande de una familia de seis hermanos. Me dolió que mi novio se haya salido con la suya, deslindándose de toda responsabilidad, tratándome como a una cualquiera y con el colmo de echarme en la cara que aquel hijo no era suyo. Yo estudiaba la Preparatoria y tuve que interrumpir los estudios para trabajar. Lo malo es que no sabía hacer nada. Yo nunca había trabajado, solo en los quehaceres de la casa, no tenía profesión. Comencé con hacer limpiezas en las casas y hasta ahora no pude retomar mis estudios. ¡Si el hombre supiera lo difícil que es enfrentar una realidad así sola”…!
La misma sociedad liberal se hace acusadora implacable
“Y yo experimenté el dolor del aislamiento y del rechazo. Sabía que mi familia no me apoyaría. Esperaba contar con el apoyo de las amigas, en vez se fueron alejando poco a poco hasta darme las espaldas. Yo en verdad, desde el principio, no rechacé el embarazo porque un hijo es una bendición, por lo menos ahora lo veo así, pero un hijo en mi vientre delataba la relación previa que yo había tenido y que después de eso la relación se acabó. Hoy día los amigos, la televisión, el ambiente de la escuela, todos nos empujan a las relaciones sexuales de la forma más liberal que uno se imagina y a la cual nos entregamos por pura inmadurez adolescente. Pero a la hora de un embarazo, te apuntan el dedo, te dejan sola y te hacen sentir sucia y culpable”.
Por creída y por miedo
“No me di cuenta que mi pareja me mentía al decir que me quería y prometiéndome que no me abandonaría, o de plano no supe decir que no porque yo tenía tiempo resistiendo y él tenia tiempo que venía insistiendo. A mera verdad, yo veía que él no era muy confiable, aún así me dio miedo negarle porque en alguna vez ya había amenazado abandonarme y yo pensaba que no podía vivir sin él. Creía que esta persona era el amor de mi vida. Él se fue y quedé sola, embarazada y con la autoestima bajo el suelo y más pobre que nunca”.
Cuando nos dicen “me voy”
“Nuestro matrimonio se dio sin preparación. Yo creía que nos amábamos. De pronto entró la borrachera y con ella los insultos, las agresiones, la violencia. Era lo mismo de violento con los niños; teníamos tres. Un día sin más ni menos, dijo que estaba partiendo al “otro lado” (Estados Unidos) y se fue como “mojado” (indocumentado). Al inicio mandó su dirección y algún dinero. No llevó ni un año y no supimos más nada de él porque había cambiado de ciudad. Más tarde supimos por conocidos que formó allá otra familia. Tuve que arreglármela sola, lavando y planchando en las casas y lo que gano mal da para la renta de un cuarto y para la comida del día”.
La preguntas más duras y los pedidos imposibles
“A mi lo más difícil es contestar a mis niños porque su papá no está con ellos y no falta quien me culpe porque su papá se fue de la casa. Yo intentó hablarle con la verdad, por más cruda que sea: tu papá ya no vuelve con nosotros porque escogió tener otra pareja y otros hijos, tus medio hermanos. Lo mismo de duro es cuando piden “mamá me compras eso, mamá me compras aquello y uno no tiene. Lo que gano mal da para la renta del cuarto y para la comida del día”.
Pienso que esto sea suficiente para darnos cuenta de cuánto pesada es la cruz que estas mujeres cargan solas. ¡Ojalá en cada uno de nosotros de la FdM ellas encuentren un cirineo en su camino!.
Posibles salidas para remediar la desigualdad que genera pobreza y exclusión
a) A través de políticas sociales:
“Para atacar la pobreza en los hogares latinoamericanos, es imprescindible incidir con políticas y programas destinados a remediar las desigualdades de género ya que éstos beneficiarán no solo a la mujer, sino a sus familias y a la sociedad en su conjunto” señaló Ernesto May director del Banco Mundial para el Programa de reducción de la pobreza en América Latina y el Caribe.
Las medidas a ser tomadas deben pasar por reducir las barreras que enfrentan las mujeres especialmente las más pobres para acceder al mercado laboral tales como:
- el incremento de guarderías para los hijos de la mujer trabajadora,
- disponibilidad de servicios de planificación familiar,
- equidad en los trabajos domésticos,
- atención a la salud para disminuir el índice de mortalidad materna.
El estudio reconoce que el riesgo de abuso físico cuya victima es la mujer y los niños, disminuye con el nivel de renta del hogar y con los años de educación de la mujer.
Persisten condiciones y “creencias” que afectan los procesos educativos a nivel familiar y social, especialmente en las zonas rurales donde la mentalidad tanto de hombres como de la misma mujer es de que ésta pertenece a una categoría inferior por el hecho de nacer mujer.
Según María Elena Ruiz, autora del informe ya citado, hace falta esclarecer que muchas de las condiciones de desigualdad en las que vive la mujer son determinadas por la cultura y que por lo tanto pueden y deben ser modificadas.
Urge, entonces
a) reeducar y educar a la población en una cultura de igualdad
en particular a las nuevas generaciones a través de:
Ø Involucrar activa y comprometidamente a la mujer en cada una de las iniciativas que se lleven a cabo y estimular la participación de la misma en el diseño, ejecución, seguimiento y evaluación de estas iniciativas.
Ø Promover la concientización de los varones y de la población en general a la comprensión de la dinámica de las relaciones de género y de la discriminación de la mujer.
Ø Capacitar a los consejos municipales sobre la perspectiva de género.
Ø Fomentar la alfabetización de la mujer, facilitando el acceso a todos los niveles de escolaridad.
Ø Difundir los derechos de las mujeres para garantizar su ejercicio;
Ø Fomentar en la familia relaciones que apunten hacia la igualdad entre la mujer y el varón, combatiendo ideas y prácticas que reducen a la mujer a las labores reproductivas, domésticas y de baja productividad.
Ø Prevenir y erradicar la violencia contra la mujer en todas sus formas:
Ø Promover el acceso equitativo de las mujeres al empleo, a los recursos financieros, tecnológicos etc.
b) Espejarse en la práctica y enseñanza de Jesús:
Las propuestas que puedan ser de ayuda a la mujer pobre y marginada encuentran actualidad en las actitudes de Jesús. Jesús siempre consideró a las mujeres en su dignidad de seres humanos al igual que los hombres, con los mismos derechos. Son innumerables los ejemplos que muestran el respeto, la consideración y la misericordia de Cristo hacia las mujeres.
Ø Cuenta, de entre el grupo de seguidores, con varias mujeres: Juana, Susana, Salomé, María, madre de Santiago y Juan; la madre de Santiago el menor y de José; María mujer de Cleofás; María Magdalena…
Ø Protege a las mujeres contra el abuso de poder de los hombres y recomienda que jamás se haga el divorcio;
Ø Conversa con una samaritana y rompe así con el tabú que marginaba a la mujer extranjera. Conversa con las prostitutas, les anuncia la novedad del Reino y afirma que cuando están arrepentidas de sus errores nos precederán en el Reino de los cielos;
Ø Defiende la mujer adúltera, evita que muera apedreada y hace ver que esa ley es injusta y parcial.
Ø Obra su primer milagro a petición de una mujer (o sea, escucha y lleva en cuenta la sugerencia y el pedido de una mujer que intuye la solución adecuada al problema presentado en la fiesta de bodas en Caná).
Ø Se compadece de la viuda de Naim y le resucita el hijo que había muerto;
Ø Aprecia la acción de la viuda del templo que ofreció todo lo que tenía;
Ø Al resucitar, aparece en primer lugar a una mujer y la escoge como anunciadora de la Buena Nueva de la resurrección.
Delante de la actualidad de esa enseñanza de Jesús, solo nos resta asumir el “ahora ve y haz lo mismo”.
Y ahora… ¿qué hacer?
Lo mismo que hicieron los que escuchaban la predicación del Bautista que le preguntaban: ¿Y nosotros que podemos hacer, qué debemos hacer?
Quizás podemos empezar con estas pequeñas o grandes inciiativas:
v ¿Y si empezamos parecernos más con Jesús al mirar a las mujeres marginadas con sus mismos sentimientos de compasión, ofreciendo liberación y salvación al en vez que juzgar, echar pedradas, condenar?
v ¿Y si como Jesús denunciamos “bajándonos para escribir en la tierra” que no hay adúltera o prostituta sin que haya un adúltero o un prostituidor y empezamos a dar un “basta” a estas máscaras de hipocresía e irresponsabilidad?
v ¿Y si en nuestras obras abrimos los ojos para detectar la realidad de las mujeres solas, buscando espacios para escucharlas individualmente y en grupos: escuchar sus historias, sus necesidades, buscando con ellas respuestas, apoyos, ayudas?
v ¿Y si tenemos alguna iniciativa, la construimos con la participación de ellas mismas desde el diseño, la ejecución, el seguimiento, la evaluación?
v ¿Y si a través de nuestras escuelas, centros educativos, casas hogares, grupos juveniles, grupos parroquiales, o en el camino formativo como FdM empezamos a promover una cultura de igualdad y a cambiar la mentalidad y los factores que reducen a la mujer a una condición de desigualdad y de desventaja en comparación al hombre?
v ¿Y si juntos, hombres y mujeres, recuperamos el proyecto original de Dios que nos creó “hombre y mujer” en igualdad de derechos y dignidad?
v ¿Y que tal si nos sumamos a la lucha por el acceso de la mujer a todos los niveles de educación, sabiendo que traerá como consecuencia la disminución de la violencia intrafamiliar, una mejora en la economía familiar, una mejor calidad de relaciones humanas al interno de la familia?
v ¿Y que tal si las ayudamos a acercarse más a Dios y que cuando nos piden: Enséñanos a rezar con la Biblia” les ofrecemos oportunidades efectivas, como retiros, encuentros de crecimiento en la fe y de formación cristiana?
v ¿Y si en su condición de pobreza, las apoyamos con despensa básica, con oportunidades de capacitación profesional, posibilitándoles medios para que pongan sus pequeños negocios y así salgan de su condición de pobreza y miseria?
v ¿Y se nos empeñamos más para que recobren su autoestima, superen la depresión y levanten la cabeza pasando a caminar por senderos más humanos y dignos?
v ¿Y si las apoyamos en la difícil tarea de educar a los hijos, reuniendo a estos en centros educativos, en casas hogar, en grupos parroquiales, en escuelas populares, en guarderías y así ellas puedan ir al trabajo con la seguridad de que sus hijos están bien cuidados y orientados?
v ¿Y si nos enlazamos con los programas gubernamentales o con las iniciativas de la sociedad civil en la causa de promoción y defensa de los derechos fundamentales de la mujer?
v ¿Y si al menos en nuestras obras ellas so sufren discriminación, sino acogida incondicional?
v ¿Y si cuidamos del aspecto de distensión y sana diversión ayudándolas a “descargar”, promoviendo paseos y salidas culturales, convivencias, fiestas al menos en la Navidad? ( Es un “lujo” que ellas de por sí no se permiten, porque primero están los hijos).
Y no nos sorprendamos si un día lleguen a preguntar: ¿Por que hacen eso por nosotras? Ojalá nuestra respuesta sea algo así “Porque eres de los nuestros”.